El pediatra de Alvarito es excelente. Tiene mucho prestigio profesional y académicamente hablando, y unas credenciales que impresionan bastante. Pero lo que más me gusta de él, y esta es la verdadera razón por la que lo elegí, es que en general somos fundamentalistas de las mismas cosas (lactancia materna, estilo de crianza, entre otras). En algunas cuestiones no coincido, pero hasta ahora a Alvarito no le tocó transitar por esos lugares, así que de momento reina la paz.
Pero ya hace varias consultas que viene diciendo, cada vez con más vehemencia, que mi nene ya debería expresarse con «x» cantidad de palabras del idioma castellano. Primero me dije «Pará, man, ¡sólo tiene un año y medio!», después me dije «¡No creo que sea para tanto, sólo tiene un año y 8 meses!».
Hasta que hace unas semanas me dio miedo estar cometiendo el pecado de la ignorancia, y decidí hacer una interconsulta con otro pediatra. Supuestamente prestigioso, supuestamente casi tan bueno como el nuestro.
Justo atiende a 2 cuadras del consultorio de Marian, así que esa tarde fue todo un paseo para el nene: la nanny lo llevó a visitar a papá, yo me reuní con ellos allí, y todos juntos fuimos a ver a este nuevo pediatra. Alvarito estaba de un humor radiante: las asistentes de papá le habían dado un regalito y lo habían mimado, y luego todos juntos salimos «a pasear».
Cuando entramos al consultorio del médico, los 5 minutos que estuvimos en la sala de espera se divirtió mirando a los demás nenes, pero una vez que nos atendieron y comenzó a escuchar las gansadas que yo decía sobre él, se fastidió y comenzó a tironearme (literalmente) para que nos fuéramos. Jamás había estado tan chinchudo ni intratable.
Tengo por costumbre, y está fuera de discusión, que si Alvarito reclama mi atención inmediatamente me ocupo de saber qué necesita. Pero esa situación era muy nueva para mí, y no supe muy bien cómo manejarla. Me puse visiblemente incómoda.
El punto es que este buen hombre enseguida nos soltó un sermón que básicamente decía que en lugar de preocuparnos tanto por el habla del nene comenzáramos a preocuparnos por el problema que teníamos nosotros como padres. Que si el niño tiene ese comportamiento debo ignorarlo («hacer de cuenta que no existe» fueron sus palabras exactas) hasta que solito se dé cuenta y vaya a buscar a otro lado.
¡Qué locura! ¡Jamás voy a entender cómo alguien me puede decir con tanta soltura que acostumbre a mi hijo a buscar atención en otro lado!
A la mañana siguiente, camino al kinder, cuando los tres atravesábamos el parque, tuve una especie de epifanía y me sentí obligada a pedirle perdón a mi hijo. Y es lo que hice: me agaché a la altura del carrito (me arrodillé…) para poder mirarlo a los ojos y le pedí perdón. Le dije que comience a hablar en castellano cuando se le antoje, y le prometí que nunca más iba a tratar sus cosas con un perfecto desconocido, a menos que sea estrictamente necesario.
Y que siempre, siempre, siempre va a poder pedirme a mí lo que necesite. No va a tener que salir a buscar a ningún otro lado.
No sea cosa que terminemos transformando a nuestro hijo en un robot, que tiene que pasar controles de calidad periódicos.
Me encantó este post y la necesidad de pedirle perdón a los hijos cuando los exponemos demasiado al mundo de los grandes. Hay que seguir lo que una siente en ese momento y nunca dejar de escucharlos a ellos que son muchísimo más perceptivos..
Hace poco alguien de la familia criticaba que el Doc y yo le explicábamos «demasiado» las cosas a Alvarito.
No respondimos nada (hace rato aprendí a eludir ese tipo de confrontaciones. Pero me quedé pensando en que cada vez que intento explicarle algo a mi hijo logro darme cuenta si lo que estoy haciendo es un sinsentido. Y esto fue lo que me pasó ese día.
Besote!
cómo peleamos con nosotras mismas, cómo a veces los miedos nos llevan a esos consultorios. lo bueno es que te escuchaste, te reencontraste con tu voz y te pusiste a su altura para contarle una historia de amor.
No voy a entrar en lugares comunes tipo ‘las nenas hablan antes que los nenes’ , etc, etc, pero 1 años y 8 meses? Que se dejen de joderrrr…. Eso si, hablale seguido así, a la altura de los ojos, con esas palabras. No se si va a estimular su vocabulario (es muy probable), pero seguramente su corazón va a salir altamente estimulado. Beso.
Me emocioné, Luis.
¡Beso grande!
Alvarito va al jardín,no? Si tiene algún retraso madurativo te lo van a decir las maestras. Al menos si son buenas.
Coincido con vos. Y se supone que yo que soy la madre también puedo darme cuenta. Pero como el pediatra está con lo de las palabras no quise pasarlo por alto, por las dudas. Me salió el tiro por la culata porque me encontré con un nazi de la crianza.
Mi niño lo supo mejor (y antes) que yo.
Besote!
Por supuesto que vos también. Lo que digo es que las instituciones pueden ayudarnos a objetivar un poco cuando tememos no estar viendo algo. Si en el jardín y en el consultorio te dicen lo mismo, sería medio necio negarlo. Pero sólo por la opinión de un médico puede ser sólo un punto de vista. Besos!
Sí, absolutamente.
¡Gracias!
A propósito, amo tu blog, pero no puedo comentar porque tengo problemas con blogspot 🙂
Qué problemas?
Que linda mama que sos!
Y que pelotudo el dr.
Ay, nena. No sabés el aire de suficiencia con que nos trató. Por poco terminó diciéndonos que estábamos criando un delincuente juvenil. Y todo porque el niño se dio cuenta antes que yo que no teníamos nada que hacer en ese lugar.
Sabes que lo pensé…Alvaret supo antes que vos que no tenía que estar ahí como conejo de indias, percibió al pelotudo…prefiero la cualidad de la percepción de tan chiquito antes que el habla. El tiene sus tiempos y lo va a hacer cuando tenga ganas. Yo hable de mi chiquita, mi sobrina no se le entiende un “soto” y tiene 3 y es una nena sana, psíquica y físicamente.