Apuntes de una rookie mom

Mamá de varones

Querido Dios

descargaCuando era chica tenía conversaciones con Dios. En cualquier momento del día, pero especialmente a la noche al acostarme, antes de cerrar los ojos.

Hoy sigo haciendo lo mismo, pero sólo en situaciones críticas. Los grandes perdemos la capacidad de operar con la magia de la fe.

En mi familia la Navidad se vive siempre con mucha fe. Fe en que las cosas van a mejorar, fe en que todos vamos a estar bien, fe en que vamos a poder enfrentar los problemas. Fe.

Sigo hablando con Dios, pero ahora de grande evito pedirle toda la ropa del mundo, los zapatos carísimos, los perfumes que tanto me gustan y mis carteras soñadas. No porque hayan dejado de gustarme, todo lo contrario. Es sólo porque entendí que para esas cosas está el trabajo y el esfuerzo.

Ahora hablo con Dios de las cosas que me agobian. De las que me cuesta manejar. De las que no logro hablar con nadie más. A lo sumo con el Doc, porque tenemos ese nivel de diálogo franco y abierto que tanto nos gusta. Aun así, hay cosas que sólo hablo con Dios.

Anoche le pedí a Dios dos cosas muy especiales que estoy deseando fuertemente para mis hijos. Hay algo que Alvarito necesita. Hay algo que quisiera para el Queca. También le pedí algo para mí: le pedí la pipa de la paz para todas mis batallas. Mejor dicho, le pedí la capacidad de poner fin a todas mis batallas. No porque un halo de bondad haya descendido sobre mí de repente, sino sólo por la razón más evidente: estoy cansada. Necesito Paz.

Así que, querido Dios, te pido que la Paz sea conmigo. Que tengamos todos una hermosa Navidad y que Dios bendiga a nuestros hogares.

 

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Hasta el infinito y más allá

Hace unos días a una de las mamás del jardín, esa que no falta en ningún grupo porque es la que se ocupa de armar la lista de mails, el grupo de WA, y todas esas cosas que cuando las hacen me hacen preguntarme por qué no se me ocurrió a mí, tuvo la genial idea de que nos juntemos a comer las mamás.

No sé si será por el efecto Dolores Fonzi, pero en una sola ronda de chat ya teníamos fecha y lugar, con confirmaciones de 10 de las 14 mamás. Nada mal, no?

La cuestión es que no me había planteado demasiado qué esperaba encontrar. A la mayoría las había visto en la reunión del padres de febrero y me habían caído bien, pero como nunca (o casi nunca) tengo oportunidad de aparecer por el cole, la vida en este plano es lo que sucede en WA.

La cuestión es que allá fui. Primero me recibí de superpoderosa ocupándome yo solita del auto que se me quedó parado en mitad de la avenida (bendiciones por usar el auto y dejarlo sin combustible suficiente para salir del garaje de casa y llegar al próximo punto). Así que llegué media hora tarde.

Punto en contra. No me sé comportar muy bien cuando llego tarde, así que en estas circunstancias, pocas, termino siempre acaparando una atención no deseada. En este caso porque no sólo fui la última en llegar sino que quedé en la cabecera de la mesa. Superado el shock inicial, esto después iba a ser lo que me llevaría a sacar estas conclusiones: estaba frente a las mamás de los nenes que iban a formar parte de la vida de mi primogénito de ahora en más.

De golpe ahí estaba, sentada frente a la panorámica de la vida de mi hijo, y un frío me recorrió la espalda.

¿Sabrá elegir? ¿Se potenciarán? ¿En lo bueno? ¿En lo malo? ¿Cuáles serán buenas compañías? ¿Y malas? ¿Quién será el líder, la bella, la bestia, el ñoño, la ñoña? ¿Se bulearán? ¿Será un grupo lindo, o serán uno de esos grupos que las maestras detestan?

¿Kikaki, Concón y Alvor seguirán siendo siempre tan buenos amigos? ¿Perdonarán una vez más a Quicán? ¿Quién conquistará finalmente el corazón de Guibetá? ¿Y el de Ammar?

Sentí una enorme simpatía por esas mujeres tan iguales a mí. Tan distintas, y tan iguales. Tan con ganas todas de que nuestros hijos sean buenas personas.

La charla transcurrió entre pediatras, viajes, culpas, maridos, profesiones, maestras, cumpleaños, y anécdotas. Lo pasé bien. Me alegro de haber ido sin ideas preconcebidas porque fui relajada. Una vez alguien en este mismo espacio me dijo que estas son las que con el tiempo terminan siendo las grandes aliadas.

Que así sea.

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Hush, little baby

la foto (9)Desde que Alvarito comenzó a ir al jardín a la tarde, las rutinas están muy desacomodadas y promediando mayo todavía seguimos probando alternativas.

El esquema cena – baño – sueño está completamente trastornado.

En primer lugar, perdimos el espacio para una siesta. Es muy chiquito y sus jornadas son agotadoras, así que sigo creyendo que una siesta en algún momento necesitaría, sólo que no sé dónde ponerla. Llega del jardín a las 17.30 hs, así que las veces que intenté que duerma siesta se despertó como a las 21 hs super chinchudo y malhumorado y después fue un desastre intentar que se vuelva a dormir.

Otro problema es el horario de cenar. Con el pequeño G terminando el día alrededor de las 20 hs se nos había ocurrido que luego de eso podíamos dejarle un espacio propio a Alvarito para cenar nosotros tres juntos, pero para nosotros eso es muy temprano y jamás lo pudimos cumplir. Pero cenar nosotros después es una utopía porque cada día reniega más para irse a dormir y cada día «nos libera» más tarde.

Ir a bañarse no le gusta porque sabe que es el primer paso para irse a dormir, y la puesta del pijama es una lucha cuerpo a cuerpo porque sabe que se está acabando el reloj de arena.

Esto me conflictúa un poco. Por un lado siento que no quiere irse a dormir porque es el momento en que nos tiene a  nosotros para jugar con él, y entonces aflojo, pero por otro lado me preocupa no poder establecer una rutina saludable. ¡Hay días que se termina yendo a dormir a las 00.30!

Como condimento adicional, está comenzando a hablar. Va incorporando palabras y expresiones aceleradamente, y nos hace unos planteos que sin lenguaje hablado eran más fáciles de manejar.

La escena más recurrente es «Dormir no, no quiero dormir. Dije dormir no. Dormir no. Mamá, acá. Papá, acá. No quiero dormir». Y a la madrugada tiene como unas apneas repitiendo dormido «No quiero dormir». Al principio era al revés: «quiero dormir» era su frase fetiche en las vacaciones. Pero ahora se nos dio vuelta.

¿Será una etapa? ¿Será así siempre? ¿Estaremos haciendo alguna (¡o muchas!) cosas mal?

Investigando encontré varios links que me interesaron. En especial este, porque contiene todo aquello en lo que yo creo. EN TEORÍA. La práctica no está yendo muy cerca.

Otros links (no incluyo los que dicen barbaridades como dejar al niño sólo en su cuarto si se pone a llorar).

Ochos Consejos Para Dormir para Cada Niño

¿Cuál es la mejor hora para que se vayan a la cama?

 

 

 

 

 

 

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