Apuntes de una rookie mom

Mamá de varones

Espejito, espejito

310px-Echo_and_NarcissusEl otro día en una conversación dije algo casualmente sin haberlo pensado demasiado. Mi generación de padres es una generación bisagra. Nuestros padres no negociaban con nosotros. Imponían lo que ellos creían que era mejor para nosotros. De forma más o menos autoritaria, la generación de nuestros padres no se esforzaba tanto en explicarnos el porqué de las decisiones que tomaban sobre nuestras vidas.

En cambio nosotros, al menos Marian y yo, estamos todo el tiempo negociando, explicando, convenciendo… Es un esfuerzo grande, que a veces hasta es desgastante, pero realmente creo que es lo mejor. Tengo mucha fe en el criterio que puedan desarrollar mis hijos.

Por supuesto que no siempre esto es en paz y armonía. De hecho desde que Alvarito tiene mayor autonomía e independencia, y con el carácter firme que tiene, la realidad es que hay días que la cosa se pone compleja.

Hay varios principios que tengo asumidos férreamente y no me corro de ellos por ningún motivo. Uno es éste que cuento: jamás impongo decisiones. Consensúo (o intento), pero nunca obligo a mis hijos a nada. Otro es (intentar) empatizar con ellos. Entender lo que sienten. Lo que les pasa. «Entiendo lo que te pasa, pero realmente es importante que…». «Comprendo que pueda no gustarte, pero deberías al menos probar…».

Somos seres humanos, desde ya. No estamos todo el día con el chip conectado. Se nos escapa. A veces sin darnos cuenta hacemos o decimos barbaridades. Pero me comprometo en esfuerzos gigantescos para que en lo posible me pase cada vez menos.

Hace un tiempo en un cumple de un amiguito Alvarito realmente quería algo que él estaba usando, y otro nene lo quería también. Hubo una escena compleja en la que mi nene realmente se puso inflexible y debo confesar que me sentí mal. Pero en el momento no es que me sentía mal por él. Debo reconocer que me afectaba la mirada del otro. Estábamos en una escena que no me gustaba por lo que mi hijo estaba haciendo, y no pude en el momento registrar lo que él necesitaba en ese momento. Me culpé mucho al respecto los días siguientes. Hice mucha introspección.

Estos días casualmente llegó a mí este post que me encantó. Habla sobre el daño que el narcisismo de los padres puede causar en sus hijos. Realmente recomiendo la lectura detenida porque, al menos a mí, me sirivió mucho para reflexionar sobre estas cosas. Se llama «The legacy of a narcissistic parent».

Muchas de las ideas fuerza que trabaja el post me marcaron. Una es esta de invisibilizar al niño por no registrar sus preferencias sino las propias. Cuántas veces queremos que se destaquen en deportes, que toquen instrumentos, que aprendan a contar precozmente, que escriban su nombre… Cuántas de nuestras inseguridades y complejos les pasamos a ellos para no hacernos cargo en nosotros mismos.

Cuántas de las veces en que los retamos en público es porque nos sentimos incómodos en la escena y no registramos lo que a ellos les pueda estar pasando.

Dice algo que me impresiona: el enojo se va. Siento que ya no voy a necesitar retar a mi niño. Porque el enojo es una reacción mía. Puedo pensar en qué señal me está queriendo enviar en ese momento con ese recurso en particular del que echó mano.

Quería compartir estas reflexiones porque dice algo realmente esperanzador: que el camino es amar a nuestros hijos por ellos, por lo que ellos son. Por su verdadero ser individual. Que darles aquello que a mí me pueda haber faltado no sólo puede hacerles bien a ellos, puede ayudarme a sanar.

 

 

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Hable con ellas

descargaPor más que en el kinder de mis nenes soy sólo una entidad abstracta que firma los cuadernos de comunicaciones, en el de Alvarito se armó una dinámica preciosa. Veo que mucha gente en twitter se queja del «grupo de mamis en wa», pero la verdad es que en nuestro caso es impecable.

Una que está llegando tarde, otra (normalmente yo) que nunca sabe qué hay que llevar, otra que pide opiniones sobre tal o cual tema, otra que acude al grupo cual oficina de objetos perdidos mostrando foto de algún hallazgo mochileril que no le pertenece.

Marzo además fue temporada alta de cumples en la salita, así que pudimos afianzar bastante el (lindo) vínculo que tenemos.

Hace poco me puse a charlar con una mamá de algo que me preocupa mucho, y me sirvió para darme cuenta de que no somos los únicos. Los papás y mamás nos preocupamos y nos ocupamos de nuestros pequeños y hay veces en que vemos panoramas negros. Compartir visiones y experiencias nos lleva a ver que la mayoría de las veces los temas son más comunes de lo que creemos, y además podemos descubrir cómo encara el colegio ciertos temas sin tener que hacer una cuestión de estado pidiendo entrevista y demás. Porque alguien conoce a alguien que conoce a alguien.

En fin, este fin de semana largo lo usamos para hacer mucha instrospección familiar. No son pocos los conflictos cuando hay que tomar las riendas de los temas de los hijos, y hacer los ajustes necesarios muchas veces implica hacer un proceso en el que cada uno tiene tiempos diferentes. En casa estos cuatro días nos sirvieron para tomar las riendas y hacer sintonía fina.

Hoy estoy tranquila. Me siento bien. Y no me siento sola.

«No estés sola en esta lluvia,
No te entregues por favor»

(Serú Girán. «Nos veremos otra vez)

 

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Perfect is the new imperfect

2014-08-03 18.37.59Ahora me doy cuenta. No sólo «Imperfect is the new perfect» (¿se acuerdan?). Perfect is the new imperfect.

No es una sola cosa. No se trata de algo puntual. Es una forma general de ver las cosas: un nuevo prisma.

Me acuerdo cuando allá lejos y hace tiempo estaba obsesionada, presionada, estresada porque todo el engranaje esté aceitado y funcione a la perfección. Me acuerdo cuánto de todo eso se lo trasladaba a Alvarito.

Soy perfeccionista, y así salió mi hijo mayor. Ya veremos qué pasa con el Queca… todavía estoy a tiempo de corregir.

Esta imagen es una página de un libro de Carlos González que hace unos 10 meses me llamó poderosamente la atención. Hoy, después de una conversación trascendental que tuve ayer, se me vino a la memoria.

Y pensé en estas dos ideas fuerza que tan bien describe. La primera es que «hay miles de formas igualmente correctas  de criar a los hijos; y otros miles que, sin ser tal vez perfectas, son lo suficientemente buenas; y otros miles que vaya usted a saber si son buenas o no, porque no tenemos datos suficientes y hacemos los que podemos». Y la segunda es que «las madres tienen una tendencia natural a elegir las opciones mejores».

¿Por qué me planteo esto justo hoy? Porque, lo digo una vez más,  soy perfeccionista. Y me arrastro a un ritmo febril para hacer todo lo que implica la perfección. Y ahí está la realidad para enseñarme una y otra vez que para aprender hay que equivocarse.

La tabla de talla y peso, la adquisición de habilidades según la edad, las destrezas esperables según el nivel de maduración, el desempeño social adecuado según el entorno. Cuántas palabras dice, hasta cuánto sabe contar, cuán brillante son sus respuestas, cuántos instrumentos tocan… Todas esas tablas con que las mamás y papás nos comparamos unas con otras y unos con otros y a las que recurrimos para exhibir a nuestros hijos como trofeos nos hacen daño. Lo que es peor: les hacen daño a nuestros hijos.

De nuevo: ¿Por qué me planteo esto justo hoy? Porque tengo que enseñarles a mis hijos que está bien equivocarse. Que hasta es necesario cometer errores. Que sólo se puede incorporar nuevas habilidades y destrezas si nos animamos a darnos unos cuantos porrazos. Que el papelón es un paso necesario para la autoaceptación. Que del bochorno casi siempre se puede volver.

Mis hijos necesitan que cambie el chip. Perfect is the new imperfect.

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