
De a poco. De menos a más. Tímidamente. Sin estridencias. Como todo lo que hace. Alvarito no necesita ni quiere llamar la atención. No le gusta el auto marketing.
Un día, haciéndose el distraído, caminando por la calle, eligió un cartel al azar y me dijo «mamá, ahí dice ‘chapa'». Intenté contener el grito emocionado, pero le demostré mi entusiasmo y mi orgullo para incentivarlo. Enseguida se dio cuenta y entonces le dijo a mi mamá «abuela, esta calle se llama ‘Medrano’, lo dice ese cartel». Mi mamá contuvo bastante menos la chochera. Entonces un poco sonrojado le dijo a Marian «papá, yo ya sé leer».
Pasó más de un mes desde ese día, y desde entonces le dimos un montón de recursos para que pueda afianzarse. Le compramos juegos para armar palabras, le compramos libros para pequeños lectores para que disfrute descubriendo historias, compartimos con él pequeños momentos de lectura para que sienta confianza en sí mismo y termine de animarse.
Leer es un viaje de ida. La literatura me emociona. Me conmueve. Me resulta un milagro de la humanidad poder recrear un mundo completamente nuevo, o completamente igual, pero otro, o paralelo. Siempre quise hablar con los Buendía, el Principito, o los personajes de Paul Auster. Siempre quise ser un poco como el Capitán Alatriste, Pepe Carvalho, Poirot, Miss Marple… Hasta alguna vez sentí celos porque la historia de Teresa Mendoza no se me hubiera ocurrido a mí. Incluso siempre sentí que en algún lugar de mi corazón existe un universo paralelo en donde «1964» no lo escribe Borges en ese año, sino yo misma en el ’92. Siempre me imagino meditando en la rambla de Montevideo ese poema hermoso de Benedetti que seguro fue escrito para mí.
Pero la emoción desbordante que vi anoche en la cara de mi hijo cuando por primera vez pudo leer un librito entero y comprender (aprehender) la historia, su cara de «guau», es algo que se va a quedar tatuado para siempre en mi corazón de mamá. Un nuevo mundo, uno propio, uno que él va a descifrar, uno lleno de posibilidades, se acaba de abrir para él.
Al margen: Gracias a mi amiga Flor de Abre Mundos por acompañarme en este camino y orientarme con amor y dedicación. No dejen de fijarse la belleza que tiene en su librería on line.

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