Ya les había contado que estaba buscando kinder para Queca (acá). Lo que no había contado es lo que estaba pasando por esos días.
Con Alvarito siempre tuve mucho mejor resuelto el tema del kinder, ya que desde el 4° mes de embarazo tenía reservada la vacante del colegio al que queríamos que fuera, y para sala de 18 meses elegimos un colegio bilingüe que era nuestro plan B en caso de que no entrara al primero. Finalmente logramos plan A, así que todos contentos.
En cambio con Gerva, con el plan A ya resuelto por ser hermano, la variable fundamental para el jardín para salita de 18 meses era la logística. Así que recorrí varios de los jardines cercanos a casa (no más de 6 cuadras, me impuse como condición), y en esa búsqueda elegí uno que me había gustado muchísimo.
Por varios factores: porque la directora / dueña era super buena onda, porque el edificio es precioso, y porque pude espiar una salita en plena actividad y me había gustado mucho. También me había gustado que nos dejaran arrancar con la adaptación en febrero, mes en que el jardín iba a funcionar en modo «colonia» y la actividad iba a ser más tranqui.
Pero ya cuando llevé a G en su primer día muchas cosas no me habían gustado, y pequé de sobreadaptación. Me dije que tenía que bajar la vara con que medía las cosas, ya que es cierto que mi vara es altísima.
No me cerraba que cuando entramos a la salita la maestra a cargo estaba con su celular en whatsapp (¡qué tema el del celular en horario de trabajo!), los nenitos andaban sueltos por la sala a la deriva, y no se les proponía ninguna actividad concreta.
Fueron pasando los días y cada vez me gustaba menos, hasta que un día varias cosas no me gustaron y dije ‘basta’.
Esa fue la razón por la que decidí emprender de nuevo la búsqueda, esta vez volviendo a tener de cuenta mis estándares. Volviendo a exigir lo que siempre exijo, y obligándome a que para decidirme por uno u otro jardín tenía que enamorarme como ya me había pasado con los de Alvarito.
Así que ayer fue su primer día de clases en un jardín hermoso. Es la salita de 2 años de un colegio new age de mi barrio que tiene integrado un mini grupito de nenes de 18 meses. La propuesta pedagógica es espectacular, son 10 nenes con dos maestras, maestra de música y atelier de arte. Fuimos ayer y la dinámica es hermosa. En fin, me enamoré.
Esta es la lección que aprendí: cuando se trata de mis hijos, de sus cuidados, de su ‘crecer felices’, la alegría tiene que ser completa. Sin grises. Sin concesiones. Si no cierra, no cierra.
Que Tribilines hay en todas partes.
Muy bien dicho y muy buen cambio!!!