Apuntes de una rookie mom

Mamá de varones

Fine

Ayer nos mandaron el informe del jardín de Alvarito. Fue uno de esos regalos inesperados porque no había fecha concreta de entrega.

El informe dice cosas muy lindas de Alvarito. Es feliz en el jardín, es un nene cariñoso, sabe jugar y lo hace acorde a su edad, se lleva bien con sus compañeritos e interactúa bien con los adultos. Sabe hacerse entender a pesar de que todavía usa muy pocos fonemas, y se reconoce como parte del grupo.

El mes que viene Alvarito cumple 3 años, y como siempre cada vez que se acercan las fechas clave existe la tentación de hacer un balance. Vamos bien, es la conclusión.

La maternidad es una de esas bombas de protones que arrasan con todas las ideas que tenía preconcebidas para transformarse sólo en el universo de lo posible. En estos casi 3 años me encontré con tantas cosas nuevas, se me cayeron tantos castillos y edifiqué tantos edificios nuevos que ya no reconozco mi otra yo en esta que soy hoy.

En ese camino fui aprendiendo, corrigiendo, andando y desandando. Learning by doing. Me gusta más que su par en castellano («ensayo y error») porque con los hijos no hay margen para andar probando.

Y acá estamos. Algo estaremos haciendo bien. Se invierten muchas energías, esfuerzo y recursos en que ellos estén bien. Y están bien.

Alvarito me enseña a ser mamá, a valorar esas pequeñas grandes cosas de la vida, a olvidarme de pensar en mí misma, sin resentimiento. A dedicarles a ellos la máxima prioridad y todo el tiempo posible. A pensarme en función de 4. A proyectar en función del plan de a 4 que armamos una vez.

Y G por su parte me enseña que, en circunstancias normales,  nada es tan terrible, tan innegociable ni tan irreversible. Que en el mundo de los puntos medios siempre se puede estar mejor y siempre se puede estar peor. Que pocas cosas hay verdaderamente importantes y el resto se puede revisar.

Así que si en ese video me preguntaran a mí qué me diría antes de que nazca mi primer hijo, pensaría en las pequeñas victorias y me recordaría que voy bien.

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Nunca dejes de sonreír

Poquitos días antes del inicio de clases tuvimos la entrevista con las maestras de la salita, y el mismo día pero a la noche la reunión de padres. Estábamos todos con una ansiedad tremenda. Todos padres chochos con el inicio de la escolarización formal de los pequeños. Unos cuantos eran segundos y hasta terceros hijos.

En un momento, hacia el final de la reunión, nos dieron a cada uno un vagón de tren recortado en cartulina donde teníamos que escribirle un mensaje a nuestros hijitos. Ese mensaje, nos dijeron, sería el que marcaría la presencia de sus papás dentro de la salita. No había más consigna que esa.

«Nunca dejes de sonreír», le pedimos a Alvarito en ese vagón de tren. Casi como una plegaria. Casi como un rezo.

Ayer estaba con el pequeño G en uno de esos tantos momentos de intimidad mamá – bebé, y se la pasó sonriéndome. Y lo pensé otra vez. «Nunca dejes de sonreír», le dije.

Y ahora tengo un nuevo mantra. Nunca dejes de sonreír.

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Adaptarse, que no es poco

2014-02-25 13.08.36La semana pasada Alvarito comenzó el jardín. Una semana antes que la mayoría de los colegios de CABA, porque el colegio tiene calendario propio. Este ya es el colegio al que aspiramos que vaya en jardín, primaria y secundaria, así que aunque no era nuestra primera experiencia de escolarización, ese día la ansiedad y la emoción igualmente se apoderaron de todos nosotros. Incluyendo a mi niño, que se aferró a un sapo de peluche al que nunca jamás le había dado bola hasta ese día.

A medida que fueron pasando los días la emoción fue dando paso a la desesperación. Todo el mes de marzo mi casa está al borde del colapso nervioso al ritmo de la adaptación. Los horarios son tremendos. De a intervalos muy pequeños, van aumentando muy lentamente hasta completar el horario definitivo recién el último día hábil del mes.

No somos los únicos papás que trabajamos todo el día, desde ya, así que hay mucha gente en nuestra misma situación haciendo malabares para cumplir con todas las obligaciones laborales y escolares.

Entiendo perfectamente la lógica y los fundamentos que sustentan la necesidad de contemplar períodos de adaptación en el nivel inicial, pero no por eso voy a dejar de decir lo complicado que se hace para mamás y papás que pretenden estar presentes en la vida de sus hijos.

A propósito, yo no puedo participar. Estoy recién reincorporada de mi licencia por maternidad, tratando de ponerme al día con todos los temas y retomando el ritmo de mi oficina. Además, sigo sosteniendo la lactancia materna exclusiva para el pequeño G, así que en mi casa hubo consenso para que yo me quede afuera del proceso. Es un alivio, de verdad que lo es. Pero honestamente un poco me entristece.

En fin, lo que importa es que Alvarito se está adaptando muy bien. No es nuevo para él ir al jardín, pero sí es nuevo el colegio, el grupo, y hasta el turno (le tocó turno tarde hasta sala de 4).

Ahora estamos reorganizándole la rutina de comida – baño – sueño para darle lugar a una siesta que todavía necesita. Lo bueno es que esto implica atrasarle los horarios, así que nos permite pasar más tiempo con él.

Lo veo cada día un poquito más grande y me agobia la conciencia de que el tiempo no para. Por momentos me causa un poco de ansiedad, y por momentos me dan ganas de pedirle que se quede como está. Que no crezca más. Que así como es ahora yo siempre voy a poder protegerlo, y tengo miedo de no poder cuidarlo mejor cuando vaya creciendo.

Ya lo dijo la sabiduría popular: «Hijo chico, problema chico. Hijo grande, problema grande».

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