Apuntes de una rookie mom

Mamá de varones

En sus zapatos

Ya conté varias veces que en casa, por suerte, la dinámica que hemos logrado construir es muy de igual a igual entre Marian y yo: somos un equipo dedicado a darle lo mejor a Alvarito, y ahora nos estamos preparando (ansiosamente) para la llegada del nuevo integrante.

Como pareja tenemos una vida muy democrática, y ese espacio logramos trasladarlo a nuestro funcionamiento como papás. Escribí bastante al respecto, porque es algo que me (nos) llena de orgullo.

El otro día me junté a almorzar con un amigo mío, que tiene a sus hijos bastante más grandes que los míos, y con quien siempre compartimos muchas de las visiones sobre temas de la vida en general, y ahora que yo soy mamá de la crianza en particular. Él y su esposa (que también es amiga) llevan una dinámica muy similar a la nuestra, así que nos vimos envueltos en una conversación de lo más interesante, motivada obviamente por el hecho de que yo estoy transitando la recta final.

Lo que él me decía, desde su lugar de papá, es lo que le pasó en el segundo puerperio. Sus niñas más grandes se llevan más o menos la misma diferencia de edad que se van a llevar mis niños, y él me contaba que cuando nació la segunda él sentía por momentos que estaba más agotado y agobiado que la mamá.

Me decía que sabía que eso no era del todo cierto, pero que recordaba el sentimiento de aquellos tiempos. Él estaba pendiente de las necesidades de las 3 mujeres de la casa. Cuando mamá se ocupaba de bebé, él se ocupaba de la niña para que no se sintiera excluida. Cuando mamá se ocupaba de la niña mayor, él se ocupaba de la bebé. Y cuando mamá necesitaba un rato para ocuparse de sí misma, él se ocupaba de las dos hijas para liberar un poco a mamá. Me decía que le encantaba esa dinámica, que era lo que juntos habían elegido, y que así compartió con mamá y sus hijas momentos maravillosos. Pero que a veces sentía que estaba cargando una mochila más pesada. Y que ese sentimiento a veces generó conflictos.

Honestamente, viniendo de él, me atrevo a tener en cuenta el planteo para analizarlo. Porque en ese momento me di cuenta, conociéndolo, que lo más probable es que no estuviera exagerando.

Entonces me pregunto cuál será el equilibrio. Debe haberlo, especialmente porque estamos hablando de papás muy dispuestos a arremangarse y asumir el lugar que (en mi opinión) corresponde a los tiempos que corren y a mis grandes expectativas de familia.

El embarazo es pesado, la lactancia es pesada, el puerperio es complicado. Pero ellos tienen también lo suyo. Que me parta un rayo si se me olvida, no?

2011-10-22_07-16-28_889

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En el nombre del padre

Esta mañana temprano leí este post de @angulita y automáticamente le envié el link por mail a @drmorgante.

Nunca habíamos hablado de paternidad con el Doc antes de que nazca Alvarito. Yo no tenía una idea preconcebida de lo que esperaba o no esperaba de él. Tampoco había meditado mucho sobre qué tipo de mamá iba a ser yo, a decir verdad.

Deliberadamente decidí no leer a ninguno de los supuestos gurúes que anda circulando por ahí, porque quería recorrer mi propio camino. Sí me fui armando de recursos sobre la marcha, pero siempre googleando términos de búsqueda muy específicos como «lactancia y trabajo» o ese tipo de cosas. Por ninguna razón en particular, simplemente por elección.

Y no es que hasta ese entonces hayamos estado cargándonos de expectativas sobre mater – paternidad, porque ya conté alguna vez que a mi supuesta infertilidad se sumaba nuestros no-deseos de ser padres, hasta el preciso día en que nos decidimos a buscar.

Quiero decir que el rol nos llegó. Sin que nos hayamos cargado (ni recargado) de grandes esperanzas.

Pero desde el mismísimo momento en que estábamos los tres en nuestra habitación del sanatorio me planteo y replanteo permanentemente si estoy conforme con mi rol de mamá, y con el rol de papá de Marian.

Y lo que más presente tengo es que no fui yo quien cambió el primer pañal (ni el segundo ni el décimo, a decir verdad), no era yo quien lo iba a buscar de noche a su cuarto cuando había que despertarlo porque le tocaba teta, ni soy yo (ni siquiera hoy) quien lo baña todas las noches antes de irse a dormir.

No estaba planeado, pero así se fueron dando las cosas. Probablemente el Doc sí lo tuviera planeado premeditadamente (podríamos preguntarle), pero a mí la imagen del cambio del primer pañal me tomó por sorpresa y a partir de ahí comencé a dejar que los espacios se fueran creando.

Debo confesar, obviamente, que estos roles me dieron la pauta de que yo no soy una mamá, sino que en realidad somos un equipo de mamá y papá. Lo dije varias veces: Marian no me ayuda a mí. Yo no tengo que pedirle nada a él. Ellos existen y se relacionan aunque yo no estuviera. No tengo que preocuparme porque si salen solos el niño va a estar mal vestido, o no va a comer bien, o no va a estar bien cuidado. El ejercicio más complejo que tengo que hacer conmigo misma es reconocer que su vínculo es de ellos y no tienen que explicarme nada.

Esta mañana íbamos los tres al jardín y en un momento Marian me dijo que «el otro día fuimos a esa plaza». ¡¿Cuándo?!, fue mi pregunta, e inmediatamente me mordí la lengua porque había notado una reacción desproporcionada de mi parte. Resulta que los señores salen solos incluso sin que yo me entere…

Está bueno que sigamos analizando el rol materno en los tiempos que corren, pero también estaría bueno que nos replanteemos qué hacemos, y qué más podemos hacer, para que pueda tener lugar un nuevo modelo de masculinidad que pueda estar asociado a la paternidad no necesariamente desde el rol de cazador – proveedor. Jamás se me ocurriría decir que «Marian es un genio porque me re ayuda», porque parecería que estoy reconociendo o convalidando que tiene la opción de no ocuparse de su hijo.

Hoy sí sé lo que espero de él… nada más ni nada menos que esto: que sea lo que es. No por mí. Por ellos tres.

2013-05-25 17.19.04

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Enojada

Porque sí. ¿Por qué no?

Me toca. A veces me toca. Según la época, más seguido de lo que quisiera, y por estos días estoy en eso.

Por las hormonas, por las esperas en las salas de espera. Porque tengo la casa desmantelada por una remodelación que nunca comienza. Porque pronto estaré llegando a la mitad del embarazo y tengo miles de cosas pendientes sin resolver.

Porque mi agenda me pesa, porque no puedo con todo. Porque sigo tratando, como siempre, de ser la mejor en todo, y dejo el cuerpo.

Porque mi hijo me necesita, porque está increíble, maravilloso, y no me da el físico. Odio decirle que no puedo, así que sí, puedo. Tengo que poder.

Porque estoy en stand by. El embarazo es un gran, enorme, stand by en la vida de la mujer. Sigo insistiendo en cuánto me enoja cuando alguna me dice que «disfrute del embarazo porque es el mejor estado». Bullshit.

Porque empezó el invierno y no tengo encaminado nada de lo que se suponía que a esta altura estaría terminado.

Porque me pesan los 4 kgs en 4 meses.

Enojada. Corranse porque muerdo.

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