Apuntes de una rookie mom

Mamá de varones

Imperfect is the new perfect

La frase no es mía. La tomé prestada como todo lo que uno ve y oye en esta vida. La tomé prestada de este video que alguna vez también había compartido acá.

Y resulta que es cierta.

Con Alvarito puse mucho empeño en tener todo bajo control. En dominar a la perfección todos los aspectos de esta nueva etapa que estaba encarando en mi vida, que es la maternidad dedicada y plena.

Instalé rutinas, generé actividades, diseñé una estructura que nos contenía a todos como nueva familia. Fijé horarios y tomé decisiones junto a mi coequiper.

Decisiones básicas como a qué hora bañarlo todos los días, y decisiones trascendentales como la lactancia, el sueño y la escolarización. Sobre todos estos temas fui hablando en este espacio.

Y hoy me sorprendo. Hoy me encuentro tomando decisiones radicalmente opuestas a las que tomé en su momento. Hoy me encuentro más flexible, pero es una flexibilidad que necesito para poder seguir sosteniendo las cosas en las que creo de verdad.

Es increíble cómo cada niño es único. Es un re cliché. No estoy diciendo nada nuevo. Pero hoy ya no soy yo, dije por ahí. Cada uno de mis hijos tiene una mamá diferente. La que necesita. Y soy la mamá que necesito ser para darles a cada uno de ellos lo mejor.

Pobre Alvarito, que como todo primer hijo soporta estoicamente el proceso de learning by doing. Pero a la larga el resultado está a la vista: mis hijos crecen, superan etapas, y día a día me regalan sus mejores sonrisas antes de irse a dormir y al levantarse.

Aunque se me caigan de la cama, aunque me enoje sin razón y les pida perdón a los tres minutos, aunque los horarios tengan rangos de tolerancia de 30′, aunque no quieran comer, mis hijos siguen amando a su mamá y siguen creciendo sanos, fuertes y felices.

Es así. Imperfect is the new perfect.

la foto (6)

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Vuelta al ruedo

Finalmente llegó el día. Mi licencia llegó a su fin. Hoy mi pequeño G cumple 3 meses y yo estoy retomando mis actividades.

Confieso sin un gramo de culpa que estoy muy contenta. Mi yo mamá es una, sólo una, de las facetas que me definen como persona. Mi profesión es otra. No menos ni más importante.

No siento culpa pero si me planteo y me replanteo cosas todo el tiempo. Esta vez dejar a dos chiquitos en casa requirió una logística mucho más compleja. Compaginar horarios, coordinar nannies, organizar actividades… Todo eso, sin mencionar la lactancia.

Estoy bien organizada, pero por supuesto van apareciendo contratiempos de todo tamaño y color que habrá que ir sorteando. Como el teléfono de casa mal colgado, por ejemplo. El teléfono es una de las principales obsesiones de las mamás que trabajan fuera de casa.

Dos cosas me hicieron ruido en las últimas semanas de la licencia.

La primera es que G tiene una personalidad mucho más «mami-céntrica». Alvarito es muy pegote de ambos, y al mismo tiempo es un nene que se adapta sin dificultad a nuestra ausencia. Después reclama por otro lado, y está en nosotros asumir el desafío de saber compensárselo. Pero veo en G que me exige mucho más. Que no le gusta estar con otras personas si yo no estoy, y que no le gusta quedarse solo. Así que me costó decidir si debía hacerle notar mis ausencias gradualmente desde unos días antes de terminar la licencia o aprovechar al máximo el tiempo hasta el último día. Hice un mix, y en estos días veremos si dio resultados.

La segunda tiene que ver con Alvarito. Él siempre supo que mamá trabaja mucho y que durante el día no está, y se puede decir que hasta ahora se había entregado pacíficamente a la situación. Pero siento que el hecho de haberme tenido full time por 3 meses siendo ya más consciente de la situación le hizo notar la diferencia, y estos días pensaba que es él el que más va a sufrir mi regreso. Quizás me equivoqué, pero no sé si se lo expliqué del todo bien. ¿Quién quiere decirle a un niño de 2 años desde el principio que estos buenos tiempos se le van a terminar? Dejé que la cosa fluya y que con pocas palabras de mi parte él se vaya dando cuenta. Recién los últimos días le expliqué, y él entendió. No sé si aceptó, pero sé que asumió.

En fin, la cuestión es que acá estoy, pacíficamente sentada en mi oficina cerca del fin del primer día. Estoy contenta. si mamá es feliz todos somos felices. Pero quiero prestar atención a las necesidades de esta etapa especial. Espero saber manejar bien la situación, y poder administrar bien mi nueva familia de 4.

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Hoy ya no soy yo

2013-12-29 22.03.41Por estas fechas me encanta reflexionar sobre el año que se va. Es inevitable.

Este año las fiestas me toman en una situación muy particular. Estoy de licencia, disfrutando a mis dos pequeños, amamantando a uno, viendo crecer al otro, y atravesando la ola de calor. Soy feliz. Soy básicamente feliz. Dentro de poquitos días nos vamos de vacaciones, lo que nos va a venir super bien para consolidar el vínculo de esta nueva familia de cuatro.

Así que no creo que pueda agregar muchas más cosas relevantes. No tan relevantes como ésta, claro.

Como familia, este año que termina pudimos disfrutar algunos viajes, pudimos concretar el deseo de sumar un nuevo integrante al team, remodelamos nuestro hogar para darles a los niños un espacio sólo para ellos, emprendimos unas cuantas aventuras nuevas y reforzamos nuestra escala de valores propia y privada. Nada como algunos momentos de adversidad como para convalidar cuál es nuestro límite. Esa barrera inquebrantable que nos define tal cual somos, con nuestros defectos, virtudes, expectativas y decepciones.

Como mamá, me descubro, redescubro, me cuestiono y felicito cada día a toda hora. Cosas en las que creía, que hoy ya no están, que se esfuman por inútiles. Una lista enorme de «cosas que yo nunca» que «al final, sí». Giros radicales en mi forma de ver la maternidad… Este segundo embarazo me transformó en otra persona. No lo digo como cliché. Me preparé mejor, me conecté más, tuve mis espacios propios, mis momentos mágicos. Privaciones, también. Y algunos cuidados. Pero hoy soy otra mamá.

Más tranquila, con menos presión y sin tantas ganas de correr esta carrera contra mí misma. Metas cortas. Ya lo dijo el colega, en el largo plazo estamos todos muertos. Con ganas de corregir algunas cosas y con miedo de repetir otras. Más humana, reflexiva y paciente. Si tal cosa es posible. Y nuevamente con la certeza absolutamente de que el tiempo no vuelve más.

Mis hijos tienen alas, de mí depende que aprendan a desplegarlas. Si pudiera pedir un deseo, quisiera la capacidad y la paciencia para enseñarles a volar. Para que siempre vuelvan. Eso quiero para el 2014.

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