Hace un tiempo tuve una conversación que me quedó dando vueltas en la cabeza, sabiendo que en poquito tiempo iba a tener que tomar una decisión al respecto.
Como me pasa con la mayoría de las cosas de la vida, yo tenía una decisión tomada respecto de la hora de comer. Hasta ahora, siempre pensé que los niños tienen que tener desde bien chiquitos un orden y una disciplina prolijamente establecidos, especialmente en todo lo que tiene que ver con las rutinas de la comida, el baño y el sueño. Parto de asumir que si la rutina es predecible el niño va a crecer en un entorno más seguro y confiable (ojo, porque predecible no es sinónimo de inflexible). En base a esto siempre supuse que de esta manera se van afianzando las características de su personalidad.
Ya se puede decir oficialmente que hemos superado los problemas para que Alvarito acepte la comida (básicamente porque se aclaró el malentendido: no era que no quería comer, solamente exigía comida que le gustara!).
Ahora mis dudas a la hora de comer van por este lado: hoy por hoy estamos organizados de forma tal de compartir con Alvarito su hora de cenar, luego le damos su baño (que también compartimos los tres) y después viene un rato con mamá, en el que comparto unos momentos de intimidad con él y cuando se le cierran los ojitos lo acuesto en su cama. Después de eso Marian y yo compartimos la cena aprovechando para charlar de nuestras cosas. Los fines de semana es otra historia: en general almorzamos en algún lugar lindo.
Y ahí me comienza la duda sobre si no sería mejor que ahora que va creciendo los tres compartamos la cena sentados a la mesa. Tiene unas cuantas contras operativas. Como Alvarito no come solo (¡obvio!) uno de los dos debería comer después de darle a él. Además, nosotros estamos acostumbrados a cenar tipo 10 PM y Alvarito lo hace a eso de las 8 PM. Pero dejando estos temas de lado, entre otros, la cuestión de fondo es que me pregunto si no será mejor esta alternativa para que aprenda a compartir la mesa, saber esperar sentado a que todos terminemos, y esas delicias que tiene la cena en familia. Confieso que nunca fui fan de estos momentos, pero ahora que Alvarito está entre nosotros doy vueltas sobre el tema.
Por otro lado, pocas cosas me resultan más imbancables que esos mocosos insoportables que no se quedan quietos y corretean por ahí mientras el resto intenta tener la velada en armonía. Se supone que acostumbrarlo desde chiquito a una cena en familia le va forjando la disciplina en la mesa.
No sé… No tengo respuesta aún.