Este año creciste mucho. Crecimos mucho. Sos un señorito de 4 años. Este año, cuando te saqué la mirada, te vi.
Te vi con las cosas que te gustan. Te vi con las que no te gustan. Te vi destacarte en las cosas que te importan. Te vi progresar sin presiones, a tu ritmo. Te vi observar tu entorno, estudiar el contexto, sacar tus propias conclusiones. Te vi impidiendo que te impongan cosas. Te vi exigiendo que te respeten. Te vi soltándote, ganando confianza en vos mismo, disfrutando de las cosas que te gustan, aprendiendo a hacerlas cada día mejor.
Gracias a vos pude entender que tu vida no se trata de mí. Que tus logros no son míos. Gracias a vos ya no soy esa mamá egocéntrica y narcisista, o al menos no quiero serlo. Me mostrás cómo ser una mejor mamá cada día.
Te vi. Ahí estás vos, con tus números, con tus letras, con tus dados de colores en la clase de alemán, con tus chocolates para la clase de natación, con los días de la semana, los meses del año, las horas del día, la agenda semanal… Ahí estás vos marcándonos el ritmo a todos, mostrándonos que tus cosas las vas a hacer a tu manera. Cuando quieras. Como quieras… Si querés, y sólo si querés. Negociando, prometiendo, y exigiendo.
El día que tu maestra nos dijo que no te gusta sobresalir porque no necesitás la aprobación externa, ya que tenés una sólida confianza en vos mismo, me emocioné. Algo estaré haciendo bien, me dije para mis adentros en un clásico arranque de narcisismo. Pero ahora me doy cuenta: eso también es tuyo. Eso también se trata de vos. Algo vos estás haciendo bien porque entendiste todo.
Una vez más aprendo de vos; así que hijo mío, que los cumplas feliz. Que conserves esa firmeza de carácter que tan difícil me resulta a veces. Que te sigan apasionando los autos, las témperas, las masas, los camiones, los tractores, los rompecabezas, las letras, los números, los pijamas, los peluches, los libros, los videos de youtubers, los fideos y dormir con mamá.