Ayer cuando llegué a casa mis Minions piqueteros me estaban esperando para ir a buscar al Doc al consultorio, como todos los lunes. Pero yo llegué un poco más tarde que de costumbre, y cuando lo chequée al Doc ya estaba llegando a casa.
Cuando les dije esto a los chicos, uno propuso ir a esperarlo a la puerta del edificio, y el otro comenzó a presionar para sentarse a la mesa y comer (la mesa ya estaba servida).
Era incompatible satisfacer el deseo de los dos. Los diez pisos de diferencia hacían ambas pretensiones mutuamente excluyentes. Tampoco me planteaba como posibilidad dividir el team porque yo acababa de llegar y quería estar con los dos.
Temí por mi sistema nervioso. Y por mi estado zen.
Así que les propuse bajar a esperar a papá a la puerta del edificio como quería uno, con los platos de comida de cada uno, como quería el otro. Win-win.
Los vecinos me miraban y no lo podían creer, pero nosotros tres la verdad estábamos tan pero tan contentos que incluso cuando llegó Marian seguimos charlando un rato más en la puerta del edificio como si nada.
Siempre me gustaron los happy endings.
¿Qué opinás?