Ya conté varias veces que en casa, por suerte, la dinámica que hemos logrado construir es muy de igual a igual entre Marian y yo: somos un equipo dedicado a darle lo mejor a Alvarito, y ahora nos estamos preparando (ansiosamente) para la llegada del nuevo integrante.
Como pareja tenemos una vida muy democrática, y ese espacio logramos trasladarlo a nuestro funcionamiento como papás. Escribí bastante al respecto, porque es algo que me (nos) llena de orgullo.
El otro día me junté a almorzar con un amigo mío, que tiene a sus hijos bastante más grandes que los míos, y con quien siempre compartimos muchas de las visiones sobre temas de la vida en general, y ahora que yo soy mamá de la crianza en particular. Él y su esposa (que también es amiga) llevan una dinámica muy similar a la nuestra, así que nos vimos envueltos en una conversación de lo más interesante, motivada obviamente por el hecho de que yo estoy transitando la recta final.
Lo que él me decía, desde su lugar de papá, es lo que le pasó en el segundo puerperio. Sus niñas más grandes se llevan más o menos la misma diferencia de edad que se van a llevar mis niños, y él me contaba que cuando nació la segunda él sentía por momentos que estaba más agotado y agobiado que la mamá.
Me decía que sabía que eso no era del todo cierto, pero que recordaba el sentimiento de aquellos tiempos. Él estaba pendiente de las necesidades de las 3 mujeres de la casa. Cuando mamá se ocupaba de bebé, él se ocupaba de la niña para que no se sintiera excluida. Cuando mamá se ocupaba de la niña mayor, él se ocupaba de la bebé. Y cuando mamá necesitaba un rato para ocuparse de sí misma, él se ocupaba de las dos hijas para liberar un poco a mamá. Me decía que le encantaba esa dinámica, que era lo que juntos habían elegido, y que así compartió con mamá y sus hijas momentos maravillosos. Pero que a veces sentía que estaba cargando una mochila más pesada. Y que ese sentimiento a veces generó conflictos.
Honestamente, viniendo de él, me atrevo a tener en cuenta el planteo para analizarlo. Porque en ese momento me di cuenta, conociéndolo, que lo más probable es que no estuviera exagerando.
Entonces me pregunto cuál será el equilibrio. Debe haberlo, especialmente porque estamos hablando de papás muy dispuestos a arremangarse y asumir el lugar que (en mi opinión) corresponde a los tiempos que corren y a mis grandes expectativas de familia.
El embarazo es pesado, la lactancia es pesada, el puerperio es complicado. Pero ellos tienen también lo suyo. Que me parta un rayo si se me olvida, no?
Supongo que a veces se nos olvida…