A la glucosa.
El test de tolerancia que se hace por rutina me dio un valor levemente por encima de lo que se considera parámetro normal. Como dejé la costumbre de leer los resultados por mi cuenta, lo escuché de boca de mi obstetra amigo, que me dijo que no me preocupara, que no tengo que esperar que nada malo pase necesariamente, pero que sería necesario encaminar el tratamiento cuanto antes y con mucha responsabilidad. Miércoles 19 hs.
Jueves 10 AM. Visita al endocrinólogo indicado por obstetra amigo. Acá el panorama desolador e irritante cambió por completo. Este médico minimizó el cuadro. Evaluó adecuadamente mi situación, para concluir que tengo un contexto favorable: soy muy delgada, no subí mucho de peso (entrando al tercer trimestre llevo ganados unos 6,5 kgs), tengo muy buena salud, hago mucha actividad física de rutina y no tengo antecedentes familiares de diabetes. Eso, sumado a lo reducido que era el desvío en el nivel de glucosa, no hace un cuadro preocupante, y sólo es necesario tomar algunas medidas como eliminar los dulces y controlar la ingesta de hidratos de carbono.
Mucho susto para tan pocas horas. Por suerte pasó enseguida, y ahora sólo estoy controlando un poco mi dieta pero nada grave.
Pero sí puedo decir que la irritación, el mal humor, el trastorno y la abstinencia de mis amados hidratos de carbono me dejaron como saldo una semanita de furia sin precedentes cercanos. No logro recordar cuándo había sido la última vez que quería matar una persona cada 10 minutos.
Mis habituales niveles de intolerancia subieron por las nubes, y me dediqué a unos cuantos «te calmás». Bien merecidos, por cierto (lo juro). Pero sin filtro.
Pros & cons: dentro de los pros, me saqué las ganas de corregir un par de situaciones fuera de lugar que venían sucediendo hacía largo rato y alteraban mi obsesivo sentido de la justicia y la ubicación. Dentro de las contras, en una situación puntual perdí las formas. Fue un conflicto por un tema que me venía molestando mucho desde hace rato, y honestamente esta vez perdí la paciencia en lugar de dejar pasar como venía haciendo desde hace mucho.
El saldo de la semana fue: un par de heridas de guerra, y algunos daños colaterales que seguramente traerán secuelas por un largo rato.
Como aprendizaje, el tatuaje en la frente: «Nunca discutas con un imbécil, te bajará a su nivel y allí te ganará por su experiencia» (I. Kant).
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