Dicen que siempre hay una primera vez… Bueno, a mí me tocó hace poquitos días. Culpa, esa víbora perversa que hace sufrir, y después nos hace hacer cosas imposibles, esfuerzos sobrehumanos.
A pesar de que me propuse a mí misma tener un embarazo tranquilo, las pocas cosas que quedaron en mi agenda siguen siendo más de lo que se necesitaría para «tener un embarazo tranquilo».
Entre mis horas en la oficina, la administración de las ventas on line de mi marca, mis clases de gimnasia, la psicóloga y algunas cositas más sueltas por ahí, llego al fin del día cansada. Y Alvarito está ahí, esperando que yo le dedique todo lo que le dedico. Él sabe que mamá trabaja, se adapta bien, y lo toma con naturalidad. Al menos eso creo yo (o quiero creer).
No estoy haciendo mucha vida social, la verdad sea dicha, porque no tengo resto físico ni espacio, ni ganas. Me gusta mi vida social, pero hoy está casi en cero por todo esto que contaba. Me cuesta mucho adaptarme y además hay relaciones que estoy descuidando (no sé si esta es la mejor palabra). Así que me dediqué a cumplir algunas promesas de «che, a ver cuándo cenamos y nos ponemos al día». Esas promesas que siempre parece que se dicen en abstracto, pero que en algunos casos uno siempre se esfuerza en cumplir.
Y entonces esta semana tuve una cena con una amiga a la que no veía hacía unos cuantos meses. Llegué temprano de la oficina, estuve toda la tarde – noche con Alvarito, le di de comer, y luego se quedó con el Doc en la ceremonia de fin del día (baño, mamadera y a dormir).
Cuando le dije chau, me miró desconcertado con sus grandes ojitos y se puso a llorar. Y llorando se quedó. Y mientras lloraba me fui,
Y ayer tuve uno de mis jueves de superacción, así que cuando llegué a casa ya dormía. Quise despertarlo. Quise agarrar sus autitos y ponerme a jugar con él. Quise decirle que aunque no me vea siempre estoy. Pero ya era muy tarde y lo dejé seguir durmiendo.
Así que esta mañana, a pesar de lo cansada que estaba por ser viernes, y del esfuerzo sobrehumano que me implicaba llevarlo al kinder como todas las mañanas, tuve que sacar fuerzas de no sé dónde para llevarlo yo.
Y me duele todo el cuerpo, pero también me duele el alma.
Muy complicado, el tiempo ausente es una deuda insalvable que tenemos los padres.