Una conducta recurrente para con los hijos es «usarlos» para eludir situaciones o «aprovecharse» de ellos para sacar alguna tajada.
No estoy hablando (ni pretendo hacerlo) de lo que sucede cuando se separan los papás. El tema es demasiado escabroso y honestamente me excede, así que lo dejo fuera de este post (y los sucesivos, en principio).
Lo cierto es que en lo que hace a mi relación con el Doc, tenemos perfectamente claro que no debemos tener actitudes que nos lleven a comportarnos mezquinamente tomando de rehén a nuestro(s) hijo(s). Es un trabajo que venimos haciendo concienzudamente desde el comienzo, así que en lo que hace a la relación de pareja que tenemos como papás, nuestros hijos quedan fuera de la ecuación. Por suerte no hemos tenido que lamentar episodios de este tipo.
Y se supone que lo mismo deberíamos aplicar a las respectivas familias: los niños deberían quedar fuera de todo conflicto. Los vínculos que ellos deben entablar trascienden los problemas de los adultos. En mi propia familia tenemos una historia dolorosísima de muchos años de habernos privado de compartir con abuelos, tíos y primos, y trabajo mucho para no repetir esa historia. Sin importar quién tenga razón, quién haya salido lastimado, o quién se haya portado mal, la idea es generar espacios propios del niño.
Obviamente no es fácil. La familia es una institución compleja, y cuando hay temas delicados en juego mucho más, pero como mamá me siento en la obligación y responsabilidad para con mi hijo de no usarlo de prenda común de mis batallas. No soy una gran samaritana: más de una vez tuve muchos, muchísimos deseos de que Alvarito no vaya a tal o cual lugar. Pero me contuve, tragando veneno.
Dicho esto, la verdad es que en la vida cotidiana hay un montón de situaciones «pequeñas» en donde no me doy cuenta a tiempo y uso a mi hijo de excusa. Aún en contra de mis principios. Es una falta total de decoro, lo sé. Pero bueno, soy sólo una persona. Cuando hay eventos que me incomodan, alguna vez me dediqué «devotamente» a cuidar a Alvarito mientras él jugaba y se entretenía. Hay charlas incómodas, personas que no me interesan, situaciones intimidantes, y un montón de lugares en los que, como dije alguna vez, yo no tengo que estar.
No me jacto de lo que estoy contando, sólo me sincero. ¿No les pasa? Yo creo que a todas nos pasa, no?
Yo a veces no me esfuerzo demasiado, si las cosas no se están dando trato de no ir, o con Sofi vaya con mi marido. No puedo sostener algo, se me nota mucho en la cara.
Hay veces en que no sabías de antemano que el programa iba a ser un plomo. En esos momentos, pobre Alvarito, es mi gran salvavidas…
Te banco! Yo hago lo mismo, lo confieso!
🙂