Por estos días de fin de ciclo, veo a todas las mamás orgullosas exhibir en redes sociales las fotos de sus bebés egresando (jardín, primaria, secundaria, curso de ikebana y todo lo demás), y lo primero que me pregunto es cómo cazzo hacen para estar contentas. ¿Será que mienten o que se engañan a sí mismas?
Soy mamá de un varón.
Con todo lo que eso implica: me voy a morir el día que mi hijo termine el secundario, el día que traiga una chica a casa… El día que se atreva a decirme que se casa, ya decidí estratégicamente que directamente lo dejo encerrado en su cuarto hasta que se le quite la idea de la cabeza.
Esto me transporta a una de las peores experiencias que viví en mi vida. Fue en el quirófano, tras el nacimiento de Alvarito.
Como el niñato había hecho muchas travesuras ese día, se desencajó del canal de parto, rompió la bolsa y fuimos a parar directamente a cesárea 2 semanas antes de lo previsto. La cuestión es que todo fue muy rápido, y realmente nos encontramos muy de golpe en esa situación.
Así que cuando me lo pusieron encima mío, mientras mis obstetras hacían la sutura, y cuando luego Alvarito y el Doc se fueron a continuar con la ceremonia de llegada al mundo, algo debe haber habido en mi expresión, alguna cara medio ansiosa o angustiada debo haber exhibido, porque el anestesista, que era un amor, muy tranquila y cariñosamente me dijo: «Ya sé, vos seguramente querés saber cómo sigue esto». Recuerdo haber sentido una mezcla de alivio y gratitud por el hecho de sentirme comprendida y acompañada a la vez ante semejante vacío (mi marido y mi bebé no estaban conmigo y yo no sabía ni qué estaban haciendo ni cuánto tiempo iban a tardar en volver conmigo). Recuerdo mi respuesta: «Sí, claro».
Lo que sigue es una transcripción casi literal de lo que sucedió luego:
«Bueno, mirá», me dijo con su voz suave y queda. «A partir de este momento vos le vas a dar la teta, lo vas a cuidar, vas a aprender a cambiarle los pañales, le vas a dar todo tu amor, vas a educarlo, guiarlo y acompañarlo siempre, y el día menos pensado va a venir una chirusa patasucia y se lo va a llevar».
¡Ay! Recuerdo el grito que di. Recuerdo que mis médicos, que estaban en pleno proceso de sutura, me miraron asustadísimos porque no sabían lo que había pasado, y recuerdo que al sujeto en cuestión quise escupirle la cara, como mínimo.
Desde ese día decidí que voy a educar a mi hijo para que sea la persona más libre del universo, que voy a hacer cuanto esté a mi alcance para que desarrolle su personalidad y su yo individual en perfecta autonomía, pero que de ninguna manera, nunca jamás, le voy a permitir que el muy desgraciado se atreva a cambiarme por otra.
Lo juro solemnemente.
¿Qué es eso de andar poniéndose contentas en el acto de egresados de sus hijos, chicas?
Uhhhh, qué tema. Yo trato de no pensar mucho en eso, pero el otro día en una reunión de fin de año con amigas hablaban de lo mucho que toman los adolescentes de ahora y como las chicas de 16/17 años salen con los PADRES de sus amigos y de chicos internados con coma alcoholico, etc…
Volví a casa y le dije a Ale: «A Inés no la vamos a dejar ir a ningún lado»
Impracticable, pero…
No te reconozco Lü, ja ajajajaja! Me encanta!!! Besos Ale